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gentecorriente

Entre singles y pringles

También podría titularlo "las vueltas que da la vida", pero es más tópico. El caso es que tengo una buena panda de amigas singles, y otra de pringles (dícese de la que tiene pareja pero no hijos). El otro día en el transcurso de una cordial cena salió el tema de lo molestos que pueden llegar a ser los niños, y la sabiduría de quien restringe la entrada de estos desagradables seres a sus negocios, por el bien común, y las singles pringles corrieron a mostrarse favorables a la medida alegando cuestiones como el derecho a la tranquilidad, el silencio, la armonía y el orden.

Cuando estábamos en el fragor de la discusión, mientras yo me encastillaba en atacar este tipo de discriminación, alguien me dijo "tú piensas eso porque tienes niños". Pues claro, le dije, antes pensaba como tú.

El asunto no es nuevo en absoluto. Vamos, lo de cambiar de idea según transcurre tu vida es de la época de Matusalén. Lo irrisorio es pensar que uno siempre va a opinar lo mismo de todo. Algunos ejemplos.

¿Hay cosa más tediosa que verse en el medio de cinco o seis mamás intercambiando opiniones si uno no tiene hijos, ni ganas de tenerlos? No. Ya no te digo nada si en vez de mamis son embarazadas, que si la lactancia, que si la diabetes gestacional, que si la toxoplasmosis, una auténtica tortura con envoltorio sumamente empalagoso, además de desagradable si se tocan algunos puntos. ¿y las bodas? Terrible, quien quiere que le cuenten los preparativos de una boda ajena punto por punto, o peor aún, le muestren 200 fotos una tras otra, seguidas de un video.

Esto en cuanto a temas de conversación. Pero ¿y los niños? Gritos, peleas, cosas que caen una y otra vez al suelo. Mirar un niño tirado en el suelo pataleando y llorando es automáticamente pensar "una buena chaparreta es lo que hacía falta aquí". Excepto, claro está, si sabes lo que es tener un niño de 2 años. Excuso a quien aún no tiene hijos pero quien ya tiene una edad y los hijos criados y arruga la nariz ante esto no tiene perdón de Dios.

Queridas single-pringles. Sé que no me creeréis, y me da igual, pero todas, una por una, iréis cambiando vuestros pareceres de casi todo lo relativo a la cigüeña y sus consecuencias cuando tengáis hijos. Es ley de vida. Y responde a un cambio psicológico y físico, inevitable e imparable. Pasar de ser tú contigo mismo a tener pareja ya implica volverse vulnerable y diferente, pero tener un hijo es algo que nadie que no lo tenga puede entender, es imposible. El instinto hace que su protección sea lo primero y es algo que es difícil evitar.

Os espero al final del camino y me contáis. Hasta entonces... qué soledad!

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