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Machismo en "aido"

Fue en otoño. Estaba embarazada de ocho meses. Debido a mi trabajo profesional tuve que organizar la asistencia de mi empresa a una feria en Madrid. Precisamente en esta etapa de mi vida fue cuando comencé a darme cuenta de que no hay tanta sensibilidad social con las mujeres gestantes como yo pensaba, pero descubrí que no es tanto por esperar un hijo como por ser mujeres.

Había cogido un avión a las 6 de la mañana, es decir, que me había levantado a las 5. Cuando llegué a la feria aún estaban montando las estructuras más básicas, por lo que traté de recopilar mi material y esperé durante horas en un pasillo -concretamente hasta las 19 horas-. Precisamente a esa hora estaba ya tan reventada por el madrugón y mi condición física provisional que me daba la risa.

Desde la empresa organizaron todo con la mensajería para que yo no tuviera que cargar ninguna caja ni peso alguno. El palacio de congresos donde se celebraba la feria se caracteriza por un funcionamiento nefasto en todos los sentidos, esto es conocido de sobra por todo aquel que haya acudido alguna vez al recinto.

Cuando llegó la noche yo aún no tenía mi material ni mis cajas así que, agotada, me marché a casa. Al día siguiente fui dos horas más temprano de lo normal para buscar las dichosas cajas, la empresa de mensajería me confirmó que no se las habían dejado llevar hasta el stand, por lo que las dejaron en un almacén en el otro extremo del edificio.

Me dirigí al guardia de seguridad de la puerta del palacio de congresos y le pedí explicaciones. Era gordo, bajito, con bigote... no se me olvidará jamás su cara. Traté de hacerle entender que necesitaba que el mensajero hubiera llevado las cajas hasta mi departamento. Me miró de arriba abajo, demostrando que era mucho más amplio su ángulo visual que sus entendederas, y dijo "Si usted fuera mi mujer yo le diría, chst!, a casa". Y señaló hacia la puerta.

Esto es machismo, Aido, apunta. Y este tipo de actitudes que están tan caladas en los calvicortos y orondos machos ibéricos, ésos que no han rascado bola en su vida y aún quieren evitar a toda costa que con nuestra profesionalidad les comamos la sopa, este tipo de actitudes, digo, son las que hacen que una tenga que trabajar por dos para equivaler a un hombre, mandar por dos, y valer, en definitiva, por dos, para cobrar por medio en este raro país que llamamos España.

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